Santa María de la Calle
Una basílica lombarda en el campo de Matrice
(texto a cargo de Franco Valente)
La iglesia de Santa Maria della Strada en el campo de Matrice es una de las basílicas más intrigantes de Molise. No solo por su arquitectura, sus leyendas, su historia y sus expresiones artísticas, sino también por sus misterios.
En el siglo XVIII, circulaba en Molise una leyenda según la cual S. Maria della Strada habría sido construida en una sola noche, junto con decenas de otras iglesias, por un mítico Rey Bove para expiar una violencia cometida contra un pariente. Se dice que el Diablo lo ayudó, pero no logró completar la obra dentro del tiempo que el Papa le había impuesto. Esta es una leyenda sin ningún fundamento histórico, pero que aún algunos cuentan para justificar la presencia en su fachada de la imagen repetida de un buey, que sería una especie de firma del personaje imaginario.
La historia de esta iglesia, cuyos orígenes aún están envueltos en misterio, es algo diferente. Decenas de estudiosos han intentado resolver las numerosas incógnitas y solo ahora comienza a surgir una historia que sugiere que la Iglesia de Santa Maria della Strada es un extraordinario ejemplo de arquitectura lombarda que, nacida antes del año 1000, se ha conservado milagrosamente hasta nuestros días.
En 1931, el padre Michele Galluppi descubrió en Roma un documento, que luego fue llamado Pergamena Montaganese, que atestiguaba la existencia de la Basílica de Santa Maria al menos desde el año 1039. Un documento de excepcional importancia que, sin embargo, no convenció a Evelina Jamison, una estudiosa inglesa que, habiendo venido al sur de Italia para estudiar documentos normandos, descubrió en Benevento otro documento que relataba que la basílica de Santa Maria della Strada fue consagrada en 1148. Segura de haber encontrado una fecha precisa que indicaba la época exacta de su construcción, se aventuró en una serie de lecturas de los bajorrelieves de la fachada, que interpretó como relatos derivados de la Chanson de geste (más precisamente del Libro de las historias de Fioravante), una tradición francesa.
La autoridad de Jamison fue tan grande que durante más de 60 años nadie cuestionó su interpretación de las esculturas. Sin embargo, Francesco Gandolfo (en Le vie del Medioevo, Milán 2000) refutó las teorías interpretativas de Jamison, demostrando que los bajorrelieves eran representaciones extraídas de la Biblia y que no había ninguna referencia a la tradición literaria francesa. Quedaba la duda sobre la datación de la iglesia y la interpretación general de las esculturas, que en su mayoría seguían siendo misteriosas.
Hoy, tal vez estemos más cerca de una solución. Al reorganizar la información histórica, combinando la Pergamena lombarda descubierta por Galluppi, los estudios de Jamison, las puntualizaciones de Gandolfo y un análisis más profundo de las características estilísticas y los significados de los bajorrelieves, podemos tener una imagen mucho más clara de este ilustre monumento, que con razón se encuentra entre las arquitecturas más importantes del medievo europeo.
Para llegar a una conclusión comprensible, parece apropiado comenzar haciendo una distinción entre los aspectos artísticos y los arquitectónicos, pero manteniendo siempre una cuestión que une el arte y la arquitectura: la distinción entre obras de fuerte contenido ideológico y obras de fuerte contenido teológico.
El príncipe Pandolfo de Capua, en el vigésimo año de su principado, y su hijo Landolfo conceden a Germano Adzo y a otros el derecho de habitar el castillo de Montagano. La concesión data de 1036 y en ella, en la descripción de los límites, también se menciona Santa Maria de la calle.
Santa Maria della Strada no se presenta como una simple repetición de un modelo arquitectónico convencional. La perfección de los bloques de piedra, su disposición en hileras bien definidas y la alternancia de bloques grandes y pequeños, siguiendo un rígido programa de construcción, revelan que su edificación se llevó a cabo con una organización de obra particularmente compleja y una jerarquía de funciones que iban desde la preparación del preciso proyecto arquitectónico hasta la elaboración de una serie de elementos iconográficos y, sobre todo, la redacción de un programa iconológico exacto.